La evolución de la rosa a lo largo de los tiempos Con el paso del tiempo, el mundo de la rosa ha tomado cada vez más importancia en su relación con el hombre, su civilización y su cultura. La rosa siempre ha ejercido una irresistible atracción y a lo largo de los siglos se ha dejado transformar por el hombre, tanto que a veces resulta imposible...
La evolución de la rosa a lo largo de los tiempos Con el paso del tiempo, el mundo de la rosa ha tomado cada vez más importancia en su relación con el hombre, su civilización y su cultura. La rosa siempre ha ejercido una irresistible atracción y a lo largo de los siglos se ha dejado transformar por el hombre, tanto que a veces resulta imposible reconocer en una flor la rosa que es. Gracias a sus grandes cualidades de adaptabilidad a diferentes ambientes, y su gran rusticidad, se ha dejado modelar y manipular con hibridaciones o mutaciones bien espontáneas, por jardineros o botánicos. Así, se ha ido transformando por completo en su aspecto, dimensiones, colores y formas, aunque siendo fiel a su a su sencilla personalidad. Siglos de tradición En la antigüedad, la cultura de las rosas constituía una tradición y la base de la jardinería en China. Confucio nos describe las rosaledas del palacio imperial de Pekín, que en la época de la floración desde el mes de mayo a junio expedían en el aire su intenso perfume, de forma que el paseante aspiraba su perfume y quedaba tan embriagado que perdía la noción del tiempo e incluso la voluntad, deseando quedarse allí para siempre. En la India, la rosa estaba elevada a la categoría de mito. De hecho, en las escrituras sagradas hindúes se describe como Lakshimidicha , la diosa del amor y la belleza, debe su nacimiento a esta flor. En las antiguas civilizaciones de Mesopotamía, el descubrimiento de frescos han revelado que esta civilización ya cultivaba rosas junto con otras especies de flores, que embellecían los jardines colgantes de Babilonía. Tampoco el antiguo Egipto se libra de este hechizo que ejerce la rosa sobre el hombre, pues se cuenta que Cleopatra dormía entre almohadones rellenos de pétalos de rosa. La poetisa griega Safo nombró en uno de sus poemas a la rosa como la reina de las flores, y en la mitología griega la rosa está consagrada a la diosa griega del amor y la belleza. En los banquetes, los romanos más sibaritas hacían servir a la mitad del banquete unos buñuelos rellenos de pétalos de rosa. Nos trasladamos a la Edad Media. En aquellos tiempos, en Inglaterra se conocían algunas rosas antiguas por los comerciantes, los cruzados (que las traían de la lejanas tierras de oriente) y por los monjes. Eduardo y su esposa Leonor de Castilla eran grandes apasionados de su cultivo, por lo que se rodearon de expertos jardineros. Ya en la Francia del siglo XIX, Josefina Beauharnais (esposa de Napoleón Bonaparte), amaba tanto las rosas que transformó el jardín de la Malmaison en una espléndida rosaleda, convirtiéndola en un punto de encuentro de expertos botánicos y hábiles jardineros cuyos resultados contribuyeron al conocimiento ornamental y botánico de estas flores. Por desgracia, el jardín de la Malmaison despareció hace tiempo, pero se mantiene viva su memoria en una maravillosa rosa llamada Souvenir de la Malmaison.
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